Tras la última entrada de esta sección, "Instrucciones para medir el
tiempo con pañuelos de papel", retomo la sección "Instrucciones
para..." basado en los "Manuales de instrucciones" de Julio
Cortázar, autor argentino que con su obra "Historias de cronopios y
famas" nos da una lección a propósito de los límites de la
imaginación.
INSTRUCCIONES PARA FREÍR UN HUEVO
"Ser independiente es cosa de una pequeña minoría,
es el privilegio de los fuertes"
(Friedrich Nietzsche)
"Madre, casarme quiero, ya que sé freír un huevo"
(Proverbio español)
"Madre, casarme quiero, ya que sé freír un huevo"
(Proverbio español)
Materiales: huevo, aceite, sal, sartén y fuego
de cocina.
Requisitos: hambre, independencia, falta de
sexo y soledad.
Dificultad: baja.

No se
extrañe si al abrir el frigorífico, sólo vislumbra un único alimento civilizado
entre la inmensidad virginal de una selva tropical de comestibles enmohecidos.
No tema, hágase con él; aunque no lo parezca es el aborto bastardo de alguno
gallina desgraciada.
Ahora
busque una sartén cuyo óxido no transgreda las leyes de la termodinámica, por
atreverse a alterar el punto de
ebullición del aceite. No se extrañe al sentir la llamada de la muerte
perturbando su visión, al echar el dorado líquido sobre la infernal superficie.
Todavía no ha llegado su hora. No porque usted sea demasiado joven y en su
trayectoria se dibuje un exitoso horizonte, si no por el tiempo que ha
desperdiciado sin tener sexo para alcanzar esta independencia. Considérese
virgen. Morir virgen es una augurio de mala suerte, por mucho que el Vaticano
se esfuerce en defender lo contrario. Por lo que no. Permanezca tranquilo, no
va a morir cocinando un huevo frito. Sin duda su fin se verá plasmado en una
muerte gloriosa.
A continuación,
quebrante la línea trazada por la cáscara, inviolable caparazón protector de su
cena. Viértalo con infantil entusiasmo sobre la sartén. Sienta la satisfacción
al saborear su heroico momento de gloria. Piense que a todos nos llega alguna, por
mucho que el fracaso dibuje nuestra miserable existencia.
De
momento, sienta como su creación comienza a deformarse. Contemple una
metamorfosis compuesta por una turbulenta fecundación entre yema y clara. Como
si en un museo se encontrara, admire con la ignorancia de un aficionado, el
arte abstracto de ese arcoíris pincelado de colores indeterminados.
Ahora recuerde
su gran imprudencia: el poder de su subconsciente al batir el huevo antes de
echarlo en la sartén. A partir del próximo lunes, deberá debutar terapia psicoanalista.
Llegados
a este punto, usted se percatará de que además
de crear una tortilla accidental, tiene veinticinco años, es su primer
día en el amargo exilio de la independencia, hace un año que no culmina un acto
sexual, y lo más importante: nunca ha freído un huevo.
A todos aquellos médicos ,que tras pasar largos meses estudiando para conseguir su plaza, por fin van a saborear la independencia.
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