Tras la última entrada de esta sección, "Instrucciones para medir el tiempo con latas de atún", retomo la sección "Instrucciones para medir el tiempo" basado en los "Manuales de instrucciones" de Julio Cortázar, autor argentino que con su obra
"Historias de cronopios y famas" nos da una lección a propósito
de los límites de la imaginación.
Materiales: pañuelos de papel convencionales,
resfriado común.
Requisitos: Mucosidad nasal, saliva imposible de
tragar, sentimiento de vacío, desesperación (o película
dramática en su
defecto).
Dificultad: elevada.
Tenga la humildad de escoger un día en los que se
demuestre la infinita función excretora de fluidos característica de la especie
humana.
De esta forma, usted dispondrá de dos situaciones en
las que debutar nuestro experimento.
La primera se llevará a cabo, en la fecha exacta de
su calendario en la cual, tras
meritorios esfuerzos por desprenderse de la adherencia de sus sábanas,
cantidades industriales de densa saliva amarga y angostas cataratas de mucosidad color esmeralda decoren una
compulsiva cefalea infernal secuestradora de los ambiciosos objetivos marcados
en su agenda personal para ese día determinado.
Es muy importante que se mentalice previamente ya
que en esa fecha determinada, usted dejará de ser herramienta del postmodernismo
actual, para ser el rehén de sus propias secreciones. De esta forma será creador y víctima al mismo tiempo.
Una vez aceptada su situación con la dignidad del
conformista, tenga la valentía de abrir un paquete de pañuelos de papel tatuado
con el siguiente pasaporte.
PAÑUELOS
3 capas- más suaves y
resistentes
10 unidades.
Desdoble una de sus rectangulares unidades como si
de acariciar un peludo gatito indefenso
se tratase. Aspire fuertemente absorbiendo todas las moléculas de
oxígeno disponibles en la oscuridad de
su aposento solitario.
Cuando se
sienta realmente preparado libérese de
toda la rabia acumulada exponencialmente en el interior de su infinita fuente
de ocupas clandestinos resistentes a pagar el alquiler de su inocente resfriado
.
-“¡¡Salgan
de ahí fuera anarquistas aburguesados, ladrones de mi lunes por la mañana!! No
importa si fuisteis hijos de un virus rebelde o de una bacteria sinvergüenza
heredada en el ascensor al subir con mi vecina la del quinto o de mi baboso y
mocoso sobrino pequeño. Sólo os pido que devolváis la cotidianeidad a mi
planificada existencia, pues la necesito… ¡Oh sí la necesito, mi alma se
oscurece de pensarlo; se vuelve del opaco color verde de la otorrinolangológica
mucosidad con la que me torturáis! Necesito a mi despertador, el mal humor al escuchar su mecánica melodía sintética,
necesito a la constante inercia dictadora de mis actos; no puedo prescindir de esa
ente etérea y omnipresente llamada
“siglo XXI”.
De verdad os
pido, inquilinos de mi garganta, conductos nasales y senos… devolvedme mi condición
de objeto.”- Exclame con fuerza.
A continuación lleve a cabo la segunda situación.
Una vez enfrascado en la hermética fragancia del fracaso, dele rienda suelta al
papel protagonista de sus fluidos.
Sí,sí , leyó
correctamente. No, no, para nada. No existe ambigüedad alguna. Como usted acaba de intuir; son ellas, esas grandes
temidas por la mecánica del hombre moderno.
Las lágrimas.
Nuestro
líquido más inocente. Las hijas bastardas del músculo orbicular de los
párpados. Tan simétricas y bilaterales (pues no se puede llorar con un solo
ojo). Tan puras (pues junto con los sueños son las grandes mensajeras de
nuestro subconsciente) y tan prostitutas a la vez (se ven obligadas a serlo al
mezclarse con los mocos cuando mueren en
el conducto nasolagrimal desprendiéndose de su transparente elegancia).
Ante semejante espectáculo acuoso usted deberá
repetir el mismo proceso anterior. Si todavía dispone de oxigeno, aspírelo
fuerte y a continuación vuélvase a liberar, está vez con más fuerza, más
impotencia, más humanidad. Sienta el placer de saborear el irremediable destino
que le acecha.
Deshidrátese de su vulnerabilidad.
A continuación dispóngase a acumular cada uno de los
pañuelos en forma de otoñales champiñones de temporada poblando su cama.
Es importante que sepa la clasificación de las
lágrimas. El ser humano es capaz de secretar dos tipos de lágrimas.
Por un lado están las lágrimas falsas o pseudolágrimas . Son las actrices de la
mentira, pues las utilizamos al sentir emociones falsas, o pseudosentimientos como cuando pretendemos conseguir un ascenso (o
evitar un despido improcedente) en el trabajo o al dejarnos engañar en nuestra
oficina bancaria de confianza implorando un préstamo sabiendo que nos hará
llorar de verdad al no poderlo pagar.
También podemos incluir a las lágrimas
vertidas al ser espectadores de una manifestación artística, ya sea un
desgarrador cuadro de Goya, una obra de teatro del absurdo, una canción de
Louis Armstrong, o una película dirigida por Isabel Coixet. Pero la veracidad
de últimas puede llegar a ser debatible, ya que la misión del arte no es otra
que indagar en lo más profundo de nuestros enrollados intestinos para extraer
de ellos los sentimientos escondidos por nuestra racionalidad. Podemos
plantearnos entonces la veracidad de las pseudolágrimas
ante la representación estética del artista creador.
Por otro lado tenemos las lágrimas verdaderas, o lágrimas de verdad. Son las grandes
protagonistas de este Manual de
instrucciones con el que le estamos
amargando el día. A estas alturas de este agónico e indeseable tríptico usted
ya ha debido percatarse de nuestra ascendente evolución, pues al principio comenzamos
por la parte más fácil, aquellas secreciones espontáneas incómodas, infectadas,
contagiosas, pero carentes de mensaje relevante, ya que los pañuelos que las transportan carecen de
emociones, puesto que los mocos y la saliva son incapaces de transmitir
sentimientos.
Así pues, mediante estás lágrimas verdaderas, los pañuelos de papel serán utilizados como transportadores
de sentimientos a su vez, verdaderos
como la ira, la tristeza, la rabia, la
impotencia, la desolación, la desesperación por todo tipo de fracaso (el del
despido injusto, el de la cola del paro, el de ese amor pasajero que podría
haber llegado a hacernos olvidar definitivamente de las lágrimas, a un cáncer
terminal que nos hará descubrir planetas hasta ahora desconocidos en pocos
meses… ) .
Pero sobre todo usted debe saber que las lágrimas verdaderas son la máxima expresión de la soledad.
De esa soledad que surge al enfrentar contra su
prominencia nasal , la celulosa tejedora de ese
papel fabricado en alguna fábrica de Tarragona cuya idea original, diseño, manufactura, y
proceso de calidad ha sido examinado por empresarios, ingenieros, técnicos ,
peones de fábrica y algún que otro sindicalista repartidor de utópicos
panfletos marxistas. Toda esta
folklórica burocracia para que usted se dé cuenta de que estos pañuelos han
seguido los mismos protocolos que sufre usted
al rendirse ante la espiral del sedentarismo mental que gobierna el
mundo del hombre contemporáneo a través de una pantallita conectada a un nuevo
pensamiento telepático llamado internet ante el cual debemos arrodillarnos.
Internet no sabe llorar, por dos motivos esenciales;
a) no puede acumular sus lágrimas en pañuelos, b) a diferencia de usted, nunca
está solo (aunque la calidad de su compañía sea francamente cuestionable) por
eso es atemporal. No existe el tiempo al navegar en sus aguas.
¿Y qué tiene que ver la medición del tiempo, su
escatológico constipado , con estas
lágrimas recordándole su soledad este lunes por la mañana en el que debería de
estar siendo útil para la humanidad en vez de acumular asquerosas bolas de papel?
Sí, ha acertado, el resto de los mortales, al igual
que usted también necesitan las lágrimas
para gestionar su soledad vital, esa soledad inevitable que por un momento, nos
aleja de ese ser autómata en el que nuestro querido Homo
sapiens se encarnó hace unas décadas para transformarnos en aquello que
algún día fuimos:
Seres humanos.
Al final de su vida, cuantifique la cantidad de
pañuelos utilizados con lágrimas
verdaderas. Si usted cuenta más de
cien mil, respire en paz, ya puede morir
tranquilo.
Habrá vivido.
FIN
(a K , porque aunque ahora estés lejos, sigues regando las plantas marchitas de mi inspiración)
Os dejo con una canción muy representativa de lo que supone aceptar vivir en soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario