miércoles, 19 de junio de 2013

Sesenta pares de zapatos



Aquí nos habeís dejado 
mientras vuestros pies nadan desnudos
 en la inmensidad submarina del Danubio.

Aquí nos habeís dejado
raídos, carcomidos, agujereados, 
con los cordones deshechos
por esta peste sin vacuna,
que la humanidad bautiza como 
holocausto.

Huellas y pisadas de recorrido incierto
mueren ahogadas
en el límite del asfalto
fronterizo que dibuja la orilla.

Son las vuestras

Son las nuestras

y las de todos aquellos
que fueron arrastrados por las aguas
desnudos de calzado.

Ya no teneís zapatos,
vuestros pasos ya
no tienen prisión

Desde la transición
de sus aguas
el Danubio 
os dice:

¡Sois libres!


La luna tímidamente asomada entre el Parlamento
Cuando mis pasos se entremezclaron con aquellos zapatos de metal , en mi fascinada visión ante la belleza del Danubio, un temblor recorrió mi columna.

Y es que Budapest nunca dejrá de ser un poema con versos desgarradores intercalados.

Entre diciembre de 1944 y fines de enero de 1945, la Cruz Flechada cogió a 20.000 judíos del gueto y los fusiló a lo largo de las orillas del Danubio, arrojando los cuerpos al río.
El monumento de los zapatos de Budapest conmemora este genocidio. “Los zapatos en el Paseo del Danubio” fueron realizados en 2005 por Gyula Pauer y Can Togay. Estos sesenta pares de zapatos de hierro solitarios, sin dueño, son una alegoría a lo que quedó de estos judíos asesinados y tirados a la corriente de agua por estos fascistas.

Más info en: 


lunes, 10 de junio de 2013

Autopsiando pinceladas: elogio a la ventana




La ventana es el punto de referencia de que dispone para soñar desde dentro el 
mundo que bulle fuera, es el puente tendido entre las orillas de lo conocido y lo 
desconocido, la única brecha por donde puede echar a volar sus ojos, en busca de 
otra luz y otros perfiles que no sean los del interior, que contrasten con éstos.

Martín Gaite, C.: Desde la ventana


Este es uno de esos cuadros que enamoran por su aparente sencillez , pues nadie puede evitar ese sentimiento de vacío y desasosiego que transmite con la primera mirada. 

Pero para intentar comprender  a los cuadros, al igual que para intentar comprender a las personas, es bueno detenerse un instante a observar.

Como he dicho , las primeras palabras que fluyeron libremente por mi mente ante esta imagen fueron las siguientes: 

abandono, final, vacío, soledad, desasosiego, pérdida, enfermedad, lágrimas, silencio, muerte...

Pero entonces volví a focalizar mi atención, esta vez en el título "Sol en una habitación vacía",
el Sol , tiene un ritmo circadiano y cíclico, pues siempre se despide , pero por la misma razón vuelve a salir.

Entonces las siguientes palabras que anarquizaron mi pensamiento fueron:

calma, paz, amanecer, una nueva vida...como cuando por fin llegas de un viaje muy largo a tu destino, o te acabas de mudar a un nuevo hogar.

Pero también podría ser al revés.

Esta imagen es reversible, translucida, cabe dentro de la talla de todos los sentimientos de transición

...y la culpa es de la ventana

Obsevar esta imagen me ha hecho percatarme de que los ciudadanos cotidianos menospreciamos a las ventanas, menospreciamos ese nexo entre opuestos, entre la realidad y la ficción , entre la prisión y la libertad, entre lo individual y lo colectivo, entre aquello consciente y lo subconsciente, entre lo privado y lo público.

Por eso , os invito a mirar a través de ellas, tanto desde el interior como desde el exterior...

... porque son los cuadros de nuestro museo cotidiano.

Redescubrireís la vida


Nota: Ahora que supongo habreís llegado a vuestras propias conclusiones os contaré que 
este fue uno de los últimos cuadros de Edward Hopper, peor en mi opinión no creo que precisamente por eso su objetivo fuera narrar la soledad; sino más bien, dibujar un mapa de experiencias vitales a través de la sencillez de una habitación vacía iluminada por la luz del Sol que deja entrar la ventana.