lunes, 20 de abril de 2015

Viajes de papel: "Del amor y otros demonios"


“De cómo diferenciar el amor del sexo a través de la literatura”

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS

Hace una semana, el día diecisiete de Abril, se cumplió un año de la muerte del autor colombiano. Aprovecho esta fecha para recordar una de sus obras y plantear otro dilema ¿se puede llegar a diferenciar el amor romántico del erótico?

El 26 de octubre de 1949 el reportero Gabriel García Márquez fue enviado al antiguo convento de Santa Clara, que iba a ser demolido para edificar sobre él un hotel de cinco estrellas, a presenciar el vaciado de las criptas funerarias y a cubrir la noticia. Se exhumaron los restos de un virrey del Perú y su amante secreta, un obispo, varias abadesas, un bachiller de artes y una marquesa. Pero la sorpresa saltó al destapar la tercera hornacina del altar mayor: se desparramó una cabellera de color cobre, de veintidós metros y once centímetros de largo, perteneciente a una niña. En la lápida apenas se leía el nombre: Sierva María de Todos los Ángeles. «Mi abuela me contaba de niño la leyenda de una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la suya fue mi noticia de aquel día y el origen de este libro

Parece que los cabellos han de resucitar mucho menos que las otras partes del cuerpo
(Tomás de Aquino; “De la integridad de los cuerpos resucitados”)

Cuando leí esta frase por primera vez al empezar la novela, tres fueron los incestuosos pensamientos que deambularon por mi mente.
El primero de ellos, y puede que quizás el menos relevante fue pensar en la cantidad de lecturas de las que se ha alimentado Gabriel García Márquez; ¿cuánto ha tenido que leer este despiadado autor para encontrar una frase que introduzca a la perfección su ficticia creación literaria?  Envidia es mi sentimiento pero sobretodo admiración por una personalidad insatisfecha de conocimiento.
El segundo pensamiento fue el preguntarme qué pasaba por la cabeza de Santo Tomás de Aquino para escribirla.
Finalmente el tercero, y quizás el más existencialista. Para expresarlo no me queda más remedio que remontarme al pasado.

Cuando era niña siempre llevaba el pelo corto para ahorrarles migrañas a mis padres y abuelos que ya las sufrían por otros entredichos propios de la vida. Aquella melenita; a veces confundida con la de un niño varón, otras a la altura de los hombros como frontera de su anhelo conquistador  ya que nunca los llegó a sobrepasar, pero siempre accesible y domable a las manos de aquellos que pretendían domesticarla. Puede que sea por eso por lo que empecé a desarrollar cierta admiración silenciosa y secreta hacia las niñas de larga cabellera.

No se trataba de una cuestión de envidia ni celos, pues yo era mucho más feliz sabiendo que al salir de la piscina mi pelo se secaría treinta minutos antes que el del resto de  las niñas y podría jugar más libre sin pensar en el resfriado que las asaltaría días después. Era por algo mucho más perturbador. Aquello que me angustiaba de veras era saber que esas niñas tenían muchos más años que yo a pesar de haber vivido los mismos; los llevaban consigo a todas horas, colgando esas finas hebras de pasado. De modo que en cualquier momento, al mirarse las puntas podían rememorar y sentir como actuales todas las escenas de su vida.  Esa larga cabellera resucitaba sus almas y las convertía en seres inmortales.
Inmortalidad. Seres que al igual que Sierva María, no son de este mundo.

No es que la niña sea negada para todo , es que no es de este mundo
(…)
¡Será Santa!¡Será Puta! Si Dios le da vida y salud.
(…)
Eres idéntica a tu padre. Un engendro

Su  rebeldía desinteresada, su vinculación con las culturas más ancestrales, su hechicería y su burla no sesgada por una sensibilidad y una inocencia irrebatibles convierten a Sierva María de todos los Ángeles en  un desafío para  Márquez, quién a través de sus vivencias personales e imaginación vence su osadía para dar a luz este personaje concebido con palabras.
¿Pero qué es lo que embruja y despierta nuestra admiración de esta indomable criatura?
El autor utiliza este personaje para adentrarnos, al igual que lo hizo con otros en sus obras anteriores, en su realismo mágico. Cuando pienso en este estilo literario utilizado para definir a Márquez, imagino el realismo mágico como aquella República del desorden y en caos, esa patria eterna cuyos habitantes adquieren no sólo los atributos para adueñarse del tiempo y del amor sino también los poderes necesarios para hacerse dueños de su propia alma. Es ese lugar donde no se distingue lo culto de lo popular.
Este “Macondo” marquesino es también tierra fértil para la ausencia de clase moral, pues nadie es condenado ni se condena al resto, nadie conoce el origen de donde nacen la finalidad y las consecuencias de nuestros actos.

 A pesar de esta prolongación literaria de su universo, el autor de  Cien años de soledad, da un paso más a su estilo. Con Del amor y otros demonios, Márquez añadió  un elemento nuevo y diferente.
La figura de “El verdugo poeta”.

Soñé con ella
¿Cómo pudiste soñar con una persona que nunca has visto?
Era una marquesilla criolla de doce años, con una cabellera que le arrastraba como la capa de una resina. ¿Cómo podía ser otro?
(…)
Ocúpate de la niña.
No soy exorcista Padre mío.

Efectivamente Cayetano Delaura es otro de los ladrillos que comparte con Sierva María la frontera divisoria de la dicotomía marquesina en esta novela.
Esta paradoja se bifurca en varias ramas.
Una de ellas es la sorpresa del lector debido a  la coexistencia entre el misticismo y lo terrenal; entre lo espiritual y lo material. Pero sobre todo por la delgada línea entre el amor romántico y el amor erótico.

El sexo es el único consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor.

 Por un lado, entendemos como amor romántico  la asociación del amor en general con su carácter altruista y sensualidad exaltada, justamente de lo que carecen los padres de Sierva María en su relación conyugal. De esta forma el amor romántico está relacionado con la parte más “pura” del alma (eliminando el aspecto carnal). Si analizamos el comportamiento de Sierva María a lo largo de la novela puede que nos percatemos de que en realidad, es ella el personaje que emana más pureza de todos ,  ya que es el menos corrompido por los valores establecidos  (no vende su alma a unas ideas políticas ni a una religión que la ancle ni la ciegue) y por ello la más capaz de amar.

En el otro extremo tenemos el amor erótico. A lo largo de la historia y todavía en nuestros días se entiende el erotismo como una deformidad de la conducta humana que conduce al hombre ( y a la mujer) a la obscenidad de un placer meramente físico identificándolo así como el pleno deseo sexual. El erotismo va más allá de  todas estas banalidades superficiales. Éste es definido en la literatura de Márquez y en la de aquellos autores que poseen la ardua habilidad de utilizarlo como un juego de luces y sombras, la posición humana llena de fuerza y tiempo pero a la vez de debilidad. Nos abre paso a la transgresión y complejidad de lo prohibido, por lo que se produce el retorno a la naturaleza (de donde realmente venimos), El erotismo representa el peligro a lo ignoto y desconocido (el miedo primitivo de la especie humana), personifica el placer y un aspecto mucho más trascendental; su delicadeza es un poema dedicado a la creatividad.
He aquí la paradoja de Márquez. El amor romántico y el erótico son inseparables ya  una vez unidos se convierten en seres complementarios.

Así pues a través de esas incesantes dudas morales que ocupan las veladas de Cayetano, coartándole el sueño, a través de su incesante talento humanista , curiosidad y erudito placer intelectual manifestado por su pasión oculta hacia aquellos textos “no religiosos” como los versos de Garcilaso de la Vega, Márquez ha conseguido confeccionar el personaje más humilde y humano de la novela, que pese a pertenecer a un colectivo jerárquico y omnipresente logra rendirse ante la libertad más pura que puede llegar a experimentar una persona: la libertad de decisión.

Pero a pesar de esa liberación interior alcanzada por Delarua al agarrarse a los eternos e inmortales cabellos de Sierva María, nuestro querido maestro y amigo Gabriel no podía terminar sus novelas sin recordarnos la esencia de todos sus personajes: el mundo se mueve gracias a los amores contrariados, haciendo que nunca lleguen a serlo.

FIN


Fuentes:

-Del amor y otros demonios. Gabriel García Márquez.

-Amor y erotismo en Del amor y otros demonios
de Gabriel García Márquez.
Julieta García. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid


A la persona que me prestó el libro.

domingo, 12 de abril de 2015

Cine para pensar : La Nouvelle Vague (capítulo 2)


¿Es la verdad diferente de la mentira?





“El cine no es un arte que filma vida, es cine está entre el arte y la vida.”
(Jean- Luc Godard)


Godard es un director inconformista. Sus objetivos van mucho más allá del aspecto estético. Este hombrecillo escondido bajo un sombrero puntiagudo, gafas de sol oscuras y una cámara dispuesta a filmar los planos más atrevidos, no tiene otra inquietud que la de hacernos pensar a través del cine.
Con esta entrada, volvemos a remontar la suculenta sección del blog Cine para pensar a través de un director que ya nos hizo reflexionar con: “Mayo del 68 según Godard”.
Esta vez pondremos en marcha la máquina de pensar con la película Une Femme est une Femme (“Una mujer es una mujer”) que el director estrenó en 1961. Como todas sus películas, Godard defiende los principios básicos de la corriente cinematográfica a la que pertenece; la Nouvelle Vague, que dibujando un esbozo con papel reciclado y lápiz de punta fina serían: la repulsión por el cine de masas norteamericano y la defensa de un estilo moderno y callejero que respirara el urbanismo de un tiempo que cambiaba cada segundo.  Además, los hallazgos de Jean- Luc Godard, el abanderado de aquellos realizadores (entre los que se encontraban otros muchos como François Truffaut y Eric Rohmer), fueron a la narrativa fílmica lo que los de James Joyce a la novelística.

El argumento de Une Femme est une Femme, es más bien sencillo: reflejar desde un punto de vista femenino el tormento y pasión entrecruzada que supone mantener dos relaciones al mismo tiempo. Una vez más el triángulo amoroso que tanto atormentó y fascinó a los realizadores de la Nouvelle Vague.
La relación de Godard con las mujeres es verdaderamente trágica. En sus filmes esta relación se basa en el malentendido, la falta de comunicación. Los personajes no se ponen de acuerdo para expresar sus palabras, ni siquiera los sobrentendidos. Es decir, la verdad del otro es inaccesible.

 La protagonista de este filme, Ángela (interpretada por Anna Karina, pareja de Godard en ese momento y que supuso un apasionante escándalo amoroso) es el amor compartido de Émile y Alfred. En una de sus citas clandestinas con Alfred, ella le plantea un juego: “Dime algo verdadero seguido de algo falso. Pero no cambies de expresión en cada una de las declaraciones”.  Él lo hace y ella exclama “¡Pero la verdad debería parecer diferente de la mentira!”. Alfred ante la confirmación de la infidelidad de Angela, le plantea la siguiente cuestión: “Si las verdades y las mentiras son indistinguibles entre ellas, ¿qué es lo que hace que el mundo cobre sentido?”.
Jean-Luc Godard , indicando a uno de sus cámaras.

Para responder a esta ambiciosa pregunta, con la ayuda del autor del blog Confesiones de un lunático, y antiguo profesor de Filosofía en mis épocas de instituto, he decidido entrevistar a los filósofos que más reflexionaron sobre el concepto de verdad. De este modo desde Platón hasta Friedrich  Nietzsche, algunos grandes pensadores de la Historia van a demostrar su habilidad en la crítica cinematográfica a través del dilema planteado por Godard.

¡Empezamos el viaje!

Platón y Socrátes.

Hacerme con los dos pioneros de la filosofía occidental resultó una intrépida aventura ya que tuve que adentrarme hasta el fondo de la caverna para enfrentarme a las sombras que paseaban en su interior; el mundo visible, es decir, el mundo de los sentidos. Sólo al compartir conversación con estos dos defensores de la verdad conseguí dejar de ser prisionera de la caverna, salir de ella y adentrarme en el mundo inteligible o mundo de las ideas.

Su respuesta a la pregunta de Godard fue la siguiente:

- Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia.- Dijo Socrátes.- La ciencia humana consiste más en destruir errores que en descubrir verdades, por tanto la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia.- Y para aliviar los tormentos amorosos que tanto perturban al director, le recomendó: - Teme el amor de la mujer más que el odio del hombre, así que cásate, si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para el hombre.

Su discípulo Platón, continuó en la línea defensora de la Razón como puerta a lo eterno, a lo absoluto y verdadero. Estas fueron sus declaraciones:

-No es en los hombres, sino en las cosas mismas, donde es preciso buscar la verdad, de modo que hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad.- Al igual que su maestro, aconsejó al director refiriéndose a la condición amorosa.- Ves con cuidado Jean –Luc, pues al contacto del amor todo el mundo se vuelve poeta.

David Hume

Una tormenta escocesa casi impide mi visita al despacho de Hume, que me recibió con una cálida sonrisa. Gracias a la graduación del whisky que compartimos, conseguimos mitigar el frío y debutar una agradable conversación en la que las emociones fueron las protagonistas.

-La moral descansa fundamentalmente en los sentimientos y no en la Razón como afirmaron mis colegas griegos que acabas de entrevistar. Hay sentimientos morales, sentimientos que se despiertan en nosotros con ocasión de la percepción de ciertas acciones o cualidades de las personas.- Se sirvió otra copa y continuó.- El sentimiento moral básico es la humanidad: sentimiento positivo por la felicidad del género humano, y resentimiento por su miseria. Llamamos acciones virtuosas a todas las acciones que despiertan en nosotros dicho sentimiento, y vicios a las que despiertan en nosotros el sentimiento negativo.

-Entonces-le pregunté- Si Ángela  es infiel de forma recurrente, ¿deberían de creer en ella Émile y Alfred aunque ella les asegure lo contrario?

- La naturaleza no es uniforme y por tanto no podemos fiarnos de los hábitos.- consiguió pronunciar después de una larga carcajada-. Yo sí que creería en ella. Podrías llamarme estúpido pero  piensa un momento en el agua. Sabemos que empieza a hervir a cien grados centígrados. ¿Y si un día pongo un cazo a hervir y deja de hacerlo a esa temperatura? ¿Y si Ángela se decide una vez por alguno de los dos hombres y contradice lo que de ella sabíamos, es decir, nuestra costumbre sobre ella? El ser humano se compone de sus recuerdos, ya que nos basamos en estos para actuar, ¿y quién compone a estos recuerdos? Los sentimientos que nos produce una situación. Espero que ni Jean-Luc ni tú lo olvidéis; aunque la sociedad los estigmatice duramente, lo más importante son los sentimientos.

John Stuart Mill

Sin dejar atrás el clima gris del Reino Unido, cogí un tren rumbo a Londres para encontrarme con uno de los filósofos utilitaristas más ilustres. He de admitir que un té caliente ayuda a combatir la resaca nacida del whisky escocés.

-Bueno como bien sabes, además de filósofo soy economista.- Me recordó Mill después de un sorbo- Puede que eso influyera en mis teorías utilitaristas que consideran que la finalidad de la acción humana, (y específicamente la felicidad que se consigue a través de las acciones humanas) está vinculada a la realización de acciones útiles. Es decir, el utilitarismo afirma que es bueno aquello que es útil para ser felices, y por tanto tenemos que medir nuestros actos por sus consecuencias (útiles o inútiles) en vistas a la felicidad que provocan en nosotros, y en la sociedad.- Se levantó a por más azúcar- En este sentido, Émile y Alfred necesitan creer en Ángela, porque les es útil, es decir, les ayuda a ser felices.

Friedrich  Nietzsche:

Como buen transgresor, no esperaba encontrar a Nietzsche en su Alemania natal sino en una de sus ciudades más idolatradas: Venecia. Cuando abrí la puerta de su habitación lo encontré en tumbado en el suelo y de muy mal humor. “Está sufriendo uno de sus ataques de migraña”, pensé. Me senté a su lado. Sus ojos me miraron sorprendido detrás de un bigote monumental.

-Necesito que me ayudes.-le dije- Bueno, en realidad necesito que ayudes a Jean - Luc Godard. Necesita tu opinión sobre la Verdad.
Embriagado por una efervescencia pasional, Nietzsche se incorporó de un salto y comenzó a compartir sus pensamientos.

-¿Y por qué demonios desea conocer la Verdad?- dijo con una ironía digna de secuencia magistral.

-Porque el guión de una de sus películas lo enfrenta en un complejo embrollo amoroso.

-Vaya, malditas mujeres.-emitió un largo suspiro- En primer lugar dile que  la mujer perfecta es un tipo humano superior al varón perfecto, pero también es un ejemplar mucho más raro.

No pude evitar reírme a carcajadas.

-¿Qué te hace reír, desconocida mujer? Pues vas a reír más aún con el siguiente mensaje que debes enviarle a Jean-Luc de mi parte: el sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirse.

-Godard necesita pasar una temporada a tu lado, sin duda. Ahora háblame de la Verdad.

-Supongo que sabrás que conmigo debes de encajar muy bien las palabras; sobre todo aquellas como “Verdad”, “Moral “ y  “Realidad” …y ¿cómo olvidarlo? La más maldita; “Dios”.- Sus pasos daban círculos por la habitación.- Al hombre de conocimiento le disgusta bajar al agua de la verdad no cuando está sucia, sino cuando no es profunda.- Se detuvo a observar los tejados de las casas venecianas. Tras unos segundos ,continuó con su discurso.- A veces la gente no quiere escuchar la verdad porque no quiere que sus ilusiones se vean destruidas.

-¿Y qué le digo respecto al sufrimiento que tanto refleja en sus películas?- le pregunté.

-Dile que el sufrimiento es necesario porque forma parte de la vida. Amar la vida es amar el sufrimiento porque es la prueba de nuestra existencia.- Volvió a mirar por la ventana.- Antes de que marches me gustaría decirte que le transmitas mi admiración hacia su creatividad, ya que ese es el espíritu que nos ayuda a crear una realidad paralela a la establecida por el gregarismo de nuestra sociedad, y de este modo estar más cerca del concepto de Superhombre.-Se volvió para mirarme.- Gracias por tu visita. Aunque parezca lo contrario, agradezco la compañía siempre y cuando ésta posea espíritu crítico. Pásate cuando quieras.


Y de esta forma finalizó mi entrevista. Una vez más se confirma: la filosofía es aplicable a cualquier aspecto de la vida y el cine no iba a ser una excepción.

Ahora debo trasladarme a París para agradecerle a, Jean- Luc, este apasionante viaje por los rincones del conocimiento. Espero que le ayuden como a mí.

Finalmente, manifestaros mi más sincera opinión: escojo el emotivismo moral de Hume junto con la crítica a la Verdad de Nietzsche.

¿Y vosotros, a que filósofo elegiríais para solventar el dilema de la verdad indistinguible de la mentira? 


Fuentes:
v  Cinematográficas:

·         Une Femme est une Femme- Jean-Luc Godard (1961)
·         Godard’s Ironic Erotics in “Une Femme est une Femme”- Ben Lacker.
·         Godard et les femmes (1960- 1983).- Philippe Sollers.
·         La Nouvelle Vague. La modernidad cinematográfica. - Javier Memba (T & B editores).

v  Filosóficas:

·         Juanjo Ruíz Cortina. Profesor de Filosofía y autor de varios libros de autores filosóficos, además del blog Confesiones de un lunático ( http://imbecilindomable.blogspot.com.es/)
·         Torre de Babel. (http://www.e-torredebabel.com)
·         Apunts Jota'O.Material de suport de l'assignatura de filosofia per alumnes de primer i segon de batxillerat. (http://www.xtec.cat/~jortiz15/)





lunes, 6 de abril de 2015

Viajes de papel: "El invierno en Lisboa"

De cómo visitar una ciudad y escribir una novela sobre ella pueden dar un giro inesperado a tu vida.

             Viajes de papel: "El invierno en Lisboa"

“Reconocí su manera de andar mientras cruzaba la calle, ya convertida en una lejana mancha blanca entre la multitud, perdida en ella, invisible, súbitamente borrada tras los paraguas abiertos y los automóviles, como si nunca hubiera existido”.

Con estas palabras me decía adiós, mientras los rayos de sol nacían tímidamente en esta mañana de lunes festivo, “El invierno en Lisboa”, la segunda novela (y para algunos la más relevante) de Antonio Muñóz Molina.

Con la tristeza de aquel que se despide de un amigo (o quizás de un amor) a través del cristal de la ventana de un tren de larga distancia, cerré la contraportada pensando que este no sería un adiós definitivo, sino un tierno “hasta luego”. Mi relación con la esta novela es igual de contradictoria que los personajes que la habitan, y es que desde que supe de su existencia he intentado evitarla de forma inquisitiva por un caprichoso reto literario: no leer “El invierno en Lisboa “hasta no haber visitado la ciudad que bautiza su título. Esta decisión que algunos calificarían de excelente “turismo literario” desde mi punto de vista ha sido una forma inocente de transgredir a la imaginación, ya que, ¿hay algo que emocione más al lector que el de imaginar una ciudad desconocida a través de la descripción subjetiva que un escritor elabora de ella?

“¿Tú nunca sueñas que te pierdes por una ciudad donde no has estado nunca?”

 En otras palabras: me siento una lectora infiel, pero como Lucrecia, la protagonista femenina de esta novela, que durante unas horas de misteriosos hoteles oscuros se transforma en la amante del solitario pianista Santiago Biralbo, me siento orgullosa de serlo, porque esta experiencia me ha brindado la oportunidad de viajar de forma física, psicológica y literaria decorando el espacio y las inquietudes de unos personajes más cercanos a nosotros de lo que el autor pretende al dibujar en este delicioso cuaderno de viajes prohibidos.
Adentrándome en el epicentro de este análisis alternativo del libro, voy a centrarme en un fenómeno casi fantástico que de cuando en cuando irrumpe en la vida de los autores: la metamorfosis del escritor en uno de sus propios personajes. Este hecho casi surrealista, fue precisamente el que aconteció en la vida de Antonio Muñóz Molina, y cuya consecuencia fue precisamente, el título de esta entrada; un giro inesperado en la trayectoria de su existencia.

Antonio Muñóz Molina era (y sigue sintiéndose orgulloso de ello) un andaluz de provincias nacido en Úbeda (Jaén) hijo de campesinos y funcionario en la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Granada, casado y con hijos. Hasta los datos leídos; un español medio descendiente de trabajadores y por tanto calificado por inercia como ciudadano “normal”. Pero Muñóz Molina era algo más que una persona normal; era licenciado en Historia del Arte y un amante incondicional de la pintura, la música, el cine y la literatura, vicios que le conducían a refugiarse en una habitación perdida de su hogar alejado de su familia encontrando la inspiración dormida por su aparente vida cotidiana.

De estas horas de exilio doméstico nació el borrador de “El invierno en Lisboa”, cuya ciudad protagonista era Florencia. Sin embargo, el autor consideró que carecía de consistencia y ni siquiera se le pasó por la cabeza el deseo de publicarla. Además, él se sentía día tras día, viviendo una vida que no le pertenecía debido a  la sensación de extrañeza respecto a su familia y al rol que la sociedad le pedía que interpretara. Ante este tenue paisaje, un amigo le sugirió un día “¿Y por qué no visitas Lisboa? Y así lo hizo. Con los ojos de un niño que observa los rostros de su primer viaje, Muñóz Molina se dejó perder durante tres días en la ciudad del fado, de las caóticas calles adoquinadas, de un río camuflado en el mar, y de las miradas lascivas acechando en cada esquina. El escritor se empapó de cada detalle como si fuera el último viaje. Experimentó esas sensaciones secretas que todos los aficionados a las palabras esperamos sentir al visitar por primera vez una ciudad extranjera; la de desprenderse de un mismo. Pero esta erudita y bohemia sensación que regala la falta de identidad era completamente falsa: mintió piadosamente a su mujer mientras ésta cuidaba de su hijo recién nacido para escribir el preludio de la vida que siempre había soñado.
De esta huida fortuita, nació a su regreso “El invierno en Lisboa”, y a partir de ese momento su biografía se pinceló por las vicisitudes del destino: deshacerse de su rutina anterior, separarse de su mujer, ganar un premio Planeta, escribir nuevas novelas, convertirse en periodista para algunos importantes periódicos, formar parte de la Real Academia Española de la lengua, conocer a la escritora Elvira Lindo y casarse con ella, ser director del Instituto Cervantes en la ciudad de Nueva York y el más reciente, ganar el premio “Príncipe de Asturias de las Letras”.

Con este epílogo no pretendo elaborar el curriculum vitae del autor ni, al contrario, maldecirlo por sus actos. ¿Recordar  su vida anterior y también este palmarés es necesario para justificar la decisión que tomó en su día de alejarse de sí mismo para reencontrarse? En mi opinión constituye un punto de referencia para explicar una constante en las novelas del autor:  

“¿Cómo se forma uno? ¿Cómo se define uno como es? ¿Cómo llegas a ser quién eres? Para definirte necesitas un viaje, pero puede ser un viaje cercano, en tu propio y limitado entorno o un viaje exterior (…) Yo elegí el segundo.
(Entrevista en Canal Sur)

Con esta declaración de principios el lector consigue , a través de la lectura de “El invierno en Lisboa” comprenderlo como un alimento de experiencias vitales: literarias, artísticas, cinematográficas y  personales que describen la prófuga huída del protagonista entre dos ciudades europeas. Por un lado, la oscura y nocturna San Sebastián, representada por la vida estable del músico y también el lugar donde se gesta el amor; donde una noche de jazz se entrecruzan casualmente las miradas de Lucrecia y Biralbo,  y por otro la vital, oriental y exótica Lisboa que representa la culminación de ese amor a través de su anhelo, ya que para los personajes representa una ciudad inalcanzable, la ciudad en la que siempre crecerá la esperanza llegar juntos. De este modo, en esta novela todas las ciudades se encuentran simbolizadas en esa Lisboa que viene a ser la síntesis de todas, porque, al igual que Biralbo y que Antonio Muñóz Molina todos somos melancólicos náufragos vagando por las calles de una ciudad desconocida.

FIN



(Os deseo una agradable lectura y un feliz viaje a Lisboa)

Pescadores junto al "Ponte de 25 de Abril"



(Os deseo una agradable lectura y un feliz viaje a Lisboa)

Fuentes:

-" El invierno en Lisboa, la ciudad de la literatura al cine" Jean-Pierre Castellani ,Universidad François Rabelais, Tours (Francia)

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viernes, 3 de abril de 2015

Autopsiant pinzellades. Desfer un mite. Els perills de la mar: Ulises i les sirenes

Herbert James Draper, Ulysses and the Sirens, 1909


"Les sirenes enxisaven a aquells hómens que s'aproximaven a elles. 
Lhome  que s'apropava a elles  sense adonarse'n  no tornava mai a la seva llar"

(Circe en l'Odissea d'Homer)


I si l'heroi Ulises no haguera aconseguit mai escapar de l'hipnòtic cant de les sirenes?



ELS PERILLS DE LA MAR


-Oh , Ulisses!! Per què has traït als Déus  de l’Olimp?
Què és allò que t’ha fet endinsar-te en aquestes criatures malèfiques que fan  pedre la fe dels hómens  i els inciten als plaers més impurs?
 Per què no has escoltat els meus consells i no  has tapat  les orelles a la teva gent amb cera dolça ni t’has lligat de mans i peus al teu navili per no arrossegarte pel cant de les Sirenes?
 Digues, com penses tornar a la teva llar, Itàca, on el cor de la teva estimada , Penèlope , batega pel teu somriure?

-Oh, Circe! Oh, filla d’Hélios! 
Oriünda de déus immortals que ens vigileu dès de les altures i penetreu en les nostres vides!
Deixeu als pobres humans, baixar à l’estatge de l’Hades!

Deixeu-nos viure amb la mortalitat!

FI

Basat en l' Odissea d'Homer i en aquesta cançó