Los objetos personales pueden decir mucho o nada sobre nosotros. A veces nos describen perfectamente y otras , en cambio, aportan una imagen totalmente hipócrita de nuestra personalidad.
Pero es durante nuestra ausencia cuando los objetos hablan por sí solos.
La cotidianeidad es nuestro autorretrato.
Imaginad que entramos en una habitación cualquiera, en la que no hay nadie, y nos encontramos con la escena del cuadro de arriba.
Podríamos pensar que la persona en cuestión hace poco tiempo que abandonó la estancia, pues el candil aún encendido nos da la pista. El tabaco aún sin introducir dentro de la pipa, y la carta sin acabar de escribir nos hace pensar que el individuo partió muy apresuradamente.
... O al contrario, quizás esté buscando un momento mejor para fumarse la pipa y terminar su carta.
Podríamos pensar también que la persona está enferma, por el título del libro "Annuarie de la santé", y por esa leyenda urbana de que dormir con una cebolla, debajo de la almohada cura el resfriado.
Quizás haya marchado pronto a por medicinas después de leer el libro.
Quizás haya marchado a por un cuchillo para pelar las cebollas,
...o quizás no quiera comerlas y las utilice para llorar,
...porque puede que se haya dado cuenta de que es incapaz de llorar.
Quizás esa carta era recibida y no para enviar, y su contenido le haya hecho beber demasiado, y se haya retirado a descansar.
Quizás no sea nada de esto...
Quizás haya encendido el candil para ver el escrito de sus últimas palabras, haya llorado gracias a las cebollas, haya pegado su último trago, y decidido mientras preparaba el tabaco de su pipa...
...dar fin a su vida cotidiana.
Imagen:
Vincent van Gogh: Naturaleza muerta con plato de cebollas, 1889. óleo sobre lienzo, 49.6 x 644 cm. Kröller-Müller Museum, Otterlo, Países Bajos