domingo, 3 de mayo de 2015

Instrucciones para freír un huevo



Tras la última entrada de esta sección, "Instrucciones para medir el 

tiempo con pañuelos de papel", retomo la sección "Instrucciones 

para..." basado en los "Manuales de instrucciones" de Julio 

Cortázar, autor argentino  que con su obra "Historias de cronopios y

famas" nos  da una lección a propósito de los límites de la 

imaginación.



INSTRUCCIONES PARA FREÍR UN HUEVO

"Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, 
es el privilegio de los fuertes"

(Friedrich  Nietzsche)


"Madre, casarme quiero, ya que sé freír un huevo"

(Proverbio español)




Materiales: huevo, aceite, sal, sartén y fuego de cocina.
Requisitos: hambre, independencia, falta de sexo y soledad.
Dificultad: baja.

El día en el que se considere un ser totalmente independiente de cualquier imposición humana, pasearan por su cabeza los más tiernos recuerdos de infancia. De entre ellos, tenga la precaución de elegir el del suculento aroma de los huevos fritos que le preparaba su abuela. Rememorará el sabor de una desnuda rodaja de pan vestida de ornamentales puntillas tostadas de divinidad. El hambre se encargará de corromper su impuesta soledad. Proceda entonces a concebir su experimento.

No se extrañe si al abrir el frigorífico, sólo vislumbra un único alimento civilizado entre la inmensidad virginal de una selva tropical de comestibles enmohecidos. No tema, hágase con él; aunque no lo parezca es el aborto bastardo de alguno gallina desgraciada.

Ahora busque una sartén cuyo óxido no transgreda las leyes de la termodinámica, por atreverse a  alterar el punto de ebullición del aceite. No se extrañe al sentir la llamada de la muerte perturbando su visión, al echar el dorado líquido sobre la infernal superficie. Todavía no ha llegado su hora. No porque usted sea demasiado joven y en su trayectoria se dibuje un exitoso horizonte, si no por el tiempo que ha desperdiciado sin tener sexo para alcanzar esta independencia. Considérese virgen. Morir virgen es una augurio de mala suerte, por mucho que el Vaticano se esfuerce en defender lo contrario. Por lo que no. Permanezca tranquilo, no va a morir cocinando un huevo frito. Sin duda su fin se verá plasmado en una muerte gloriosa.

A continuación, quebrante la línea trazada por la cáscara, inviolable caparazón protector de su cena. Viértalo con infantil entusiasmo sobre la sartén. Sienta la satisfacción al saborear su heroico momento de gloria. Piense que a todos nos llega alguna, por mucho que el fracaso dibuje nuestra miserable existencia.
De momento, sienta como su creación comienza a deformarse. Contemple una metamorfosis compuesta por una turbulenta fecundación entre yema y clara. Como si en un museo se encontrara, admire con la ignorancia de un aficionado, el arte abstracto de ese arcoíris pincelado de colores indeterminados.

Ahora recuerde su gran imprudencia: el poder de su subconsciente al batir el huevo antes de echarlo en la sartén. A partir del próximo lunes,  deberá debutar terapia psicoanalista.

Llegados a este punto, usted se percatará de  que  además  de crear una tortilla accidental, tiene veinticinco años, es su primer día en el amargo exilio de la independencia, hace un año que no culmina un acto sexual, y lo más importante: nunca ha freído un huevo.


A todos aquellos médicos ,que tras pasar largos meses estudiando para conseguir su plaza, por fin van a saborear la independencia.

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