miércoles, 29 de junio de 2011

Derechos y obligaciones de una maleta



Aún no sabía exactamente porque le daba tanta importancia a aquella lista de papel.
¡Si sólo contenia equipaje!¿y no era el equipaje un simple montón objetos materiales? Pero no, no eran objetos cualquiera, sólo por pertencer a esa lista ya tenían algo de especial...
Algunos pensaban que representaban lo necesario, otros lo imprescindible,
aquellos lo identificable...para ella , sin embargo,en la maleta descansaba lo inmutable.
Aquello estático, y perenne, que no caducaba con el tiempo y que su olfato relacionaba con la infinidad de un recuerdo.
Era aquel desafio al cambio , el que de verdad se merecía viajar.
Mientras doblaba cuidadosamente todas y cada una de las prendas, saboreaba su tacto, después el neceser y las bolsas ocupaban un aritmetico y calculado hueco.

Entonces se sentaba en la cama antes de cerrala y respiraba su logro: una vez más, había conseguido encajar a la perfección las piezas de aquel caótico puzzle.

Porque para ella era algo más que una maleta: su fiel compañera de viaje, la que soportaba su cuerpo cuando se rendía ante el sueño, la que se convertía en mesita de lectura, testigo de paisajes y de puestas de sol, celestina de intensas miradas fugaces. Al mismo tiempo, la más maltratada por las prisas y el asfalto, las patadas...y sobretodo por las fugaces bienvenidas y despedidas. Porque si algo había que le reprochaba su rectangular amiga eran las bienvenidas y despedidas, no las podía soportar, se ahuecaba al instante , sus ruedas se desestabilizaban. ¿Quién sería el gracioso que las inventó?
Su maleta no podía entender esos puntos finales, en una estación, aeropuerto...se sentía engañada, porque sólo conservaba esos dos momentos de la vida de su dueña durante un viaje. Mientras que las bienvenidas mostraban la cruda falsedad de las personas al sobrevalorar la impresión que despierta la primera imagen...las despedidas eran agónicos nidos de melancolía.

Las odiaba a las dos, y tenía una magnánima razón para hacerlo: sólo presenciaba esos momentos, nadie le hablaba en ningún momento de lo ocurrido durante la estancia, o después de ella. Se sentía esclavizada a permanecer adyacente a la pared de cualquier lugar, daba igual que exótico, bohemio, rural o cosmopolita fuera éste, pues su estancia no dejaba de ser una pared.

¿Era ese un destino justo para una fiel compañera de viaje, como era ella?

Se levantó y la cerró.

"Date prisa que si no llegaremso tarde", le dijo.






No , si encima con exigencias...en todos los lugares y en ninguno al fin y al cabo.






De mayor, no quiero ser maleta.






Imagen: panóramica aérea durante el vuelo Oporto-Valencia un inesperado día a principios de este mes de Febrero.

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